El sábado me invitaron a una fiesta; era la fiesta de la novia de la prima de mi amigo; así tal cual.
Desde aquí, empecé a reconocer la serie de recovecos que ocupaban, y la mayoría ocupamos, para nombrarnos como familia: tío, prima, sobrino, cuñada.
Ese día en la fiesta, eso se hacía más notorio pues había tíos y sobrinos de la misma edad, y primos que se llevaban un par de décadas en edad. Por lo que se suscitaban los cuestionamientos:
-¿Él es mi primo?,
-¡No! Es tu tío,
- ...y una vez dijo: ¿Puedo ir con mis amigos?, ¡cuando en verdad son sus tíos! Ja, ja, ja!
Lo cuál parece demostrar que en algunos casos, las etiquetas para distinguir los lazos consanguíneos siguen siendo importantes.
Federico Engels en "El origen de la familia, la propiedad privada y el estado", expone la relevancia en culturas antiguas de los lazos consanguíneos bajo diferentes propósitos: mantener la casta, los vínculos de producción, las tierras y riquezas que serán heredados a la siguiente generación.
Sin embargo, dado los tiempos actuales en los que legalmente, a través de un notario se puede dejar una herencia a la beneficencia, una empresa, la amante o dejar intestado, parece absurdo dar tanta importancia a los lazos de sangre.
Sobre todo si piensas que el libre albedrío que se le ha otorgado al ser humano implica la capacidad de sentir afinidad y empatía por otros, que no necesariamente sean sus familiares; así como podemos experimentar antipatía por alguno de nuestros padres, hermanos, y no se diga primos, tíos, sobrinos, cuñados...
Es mal visto y señalado que un padre y un hijo, o dos hermanos no tengan buena relación, incluso debe haber capítulos de La rosa de guadalupe, y los 3 huastecos del talentosísimo Pedro Infante presenta a tres hermanos bastante disímbolos; que no obstante terminan apreciándose y o queriéndose.
Habrá que seguir rompiendo esquemas y etiquetas, incluso en estos casos donde la imagen de la sagrada familia se resquebraja e intenta remendarse a la fuerza.
Apelando a la coherencia y la salud mental, las etiquetas y los lazos de sangre sobran, no hay como elegir y construir tu entorno a partir de las personas que más aprecias y que obviamente respetas; una familia construida por prejuicios y apariencias tiene una estructura endeble que cualquier desaguisado derrumba con facilidad, y que ninguna moral constreñida puede sostener.